lunes, 26 de abril de 2010

Errores

 

Y una vez más te destrocé
rompí en millones la salada
verdad de tu alma.

Así también hice añicos
otra parte de mi.
Ignorancia tan grande,
puerco espín vacilante
que no alcanza la distancia justa.

Tenia que besarte, y te dí un cachetada;
era tiempo de enredarnos en las sábanas
y las teñí de rojo mientras te clavaba
el puñal.

Mis pensamientos, mi vida, mi espíritu
clamaban por un abrazo
y te empujé tan lejos como pude,
escupiéndote. por las dudas fueras a volver.

No estoy más que donde debo,
no tengo más que lo que merezco,
y soy tan austero como busqué.

Porque la única manera
que encuentro de no romper promesas,
es no haciéndolas.
Porque hay otros brazos que te esperan
y saben más que yo.

Y el rencor, y la ira, y la envidia;
Y el dolor, y la angustia y el mal:
todos comen apresurados de mis entrañas,
torturando cualquier paso que doy.

Amordazado con cadenas,
sin embargo las manos me alcanzaron
para los latigazos.
Son otros los sueños que no encuentro,
barridos por gélidos soplidos.

No ser amado, tanto inútil temor,
vengan, vengan cerca, un poco más
si quieren sentir el castigo de estas corrientes.

sábado, 24 de abril de 2010

Vuelos




¿Donde estarás volando alma mía
que no te puedo abrazar aquí?
¿Que vientos rozarán tu cara
y darán color a tus mejillas,
el tinte de un amanecer demorado?

Me dejaste sólo, en medio de incertidumbres
de monstruos de mil ojos azules
que miran amenazantes hasta desgarrar
la carne.

Abandonado en el incesante murmullo
del hormiguero.
Pequeño, insignificante, tan transitorio
como los reyes del pasado.

Siento el pie de la modernidad aplastando
con fuerza mi pecho
quitándome el aire hasta la asfixia,
mientras tú, amada alma traicionera,
te esfumas y vagas por donde no puedo verte.

Creo en tibios rayos que te estarán acariciando.
Creo en el frío fulgor de una estrella
que te ilumina en semitonos.
Esta es toda mi fe en vos alma,
voluntaria del destierro y el exilio.

Volverás a buscarme para contarme,
los valles que disfrutaste
los ríos compañeros que navegaste.
Como te susurraban las montañas
y con un beso despedías a las noches.

Me verás ese día, los ojos cansados,
muertos los oídos, escasa la carne,
cubierto de errores el mapa de mi piel.

Querrás reconocerme, me hallarás;
querré perdonarte, abrazarte, besarte
penetrarte alma mía, y nada
de todo mi ser me responderá.
Te rechazaré por instinto,
como se espantan las moscas,
diré suavemente:
¡Fue hace tanto tiempo! No lo sé.....

Y tan independiente como siempre
seguirás tu camino, yo el mío.
Al fin, en ese momento,
no nos volveremos a extrañar.

jueves, 15 de abril de 2010

Inter Ludio

Una gota, todos los manantiales.
Una bandada, un tero cojo.
Yo, esa multitud que no es nadie.
Algunas montañas, tres o cuatro granos que flotan.
Masticadores de hierro, el dogo que estremece.
El silbido despreocupado de una canción mundial.

martes, 13 de abril de 2010

MCMQXXXIV





Un día llegará y se hará luz todo aquello,
esos horizontes que extrañamos sin conocer,
los actos fantásticos de gente
que quizo, pero no pudo ser.

La nostalgia pura, hermana melancólica,
llena de recuerdos y elementos
que nunca jamás existieron.

Las frutas dulces, manjares jugosos
de aquel árbol, custodio y consuelo de la vida.
El ladrido compañero de Zeus
con sus ojos claros adormecidos
en un suave y frondoso amanecer marítimo.
Trina leve un pájaro ambar y tornasol,
sabe mi nombre y con rodeos se lo relata
a sus compañeros, seguramente agotado
de comentar que loco esta el tiempo.

Todas las casas desparejas, que veo correr apuradas
mientras las baña el Sol, padre bueno que apenas
si aprendió a discriminar entre sus hijos e hijastros,
entre quienes llevan orgullosos su sangre
y quienes reniegan vehementemente de ella.

¡Ay! Si conociéramos las lenguas
de todo lo pequeño, de lo simple y humilde,
de aquellos que, roca, arbusto, animal o humano,
pasan desapercibidos bajo lo cotidiano.

Mejor aún, si domináramos esa lengua con un canto
sin gritos, pero izando con firmeza la voz,
como librando al alma de sueños viejos
y besando con ternura las muñecas
laceradas, de tanto forcejear con las auroras
que no llegan de acuerdo a su esperanza.

Si abriendo al éter, la profundidad de nuestra mirada
y acallando las distracciones mas mundanas,
pero también y con ansias, las más intelectuales,
desplegáramos los colores espontáneos
de la sabiduría y el amor;

¿No seríamos allí, acaso, más humanos
que el mismo Prometeo?

Pues entonces quedaríamos, desnudos sin pudor,
aceptando asombrados cada momento,
que en sucesión interminable somos,
cada sombra y cada pliegue,
cada textura rota y desengalanada,
pero tan propia, tan íntima al fin,
que tan solo pensar en explicarlas
nos desarmaría.